FUERA DE FOCO, CON BRYAN ACUÑA – La situación de seguridad y libertad religiosa en Nigeria se ha deteriorado de forma alarmante en los últimos años. El noreste del país sigue inmerso en una de las insurgencias más letales de África, protagonizada por Boko Haram y su facción disidente ISWAP, vinculada al Estado Islámico. Tras la muerte del líder histórico de Boko Haram, Abubakar Shekau, en 2021, ISWAP se fortaleció militarmente y territorialmente, empleando drones, propaganda avanzada y un sistema de control social basado en impuestos y administración paralela. Boko Haram, por su parte, continúa aplicando tácticas extremadamente violentas contra civiles, incluidos secuestros masivos, ataques indiscriminados y atentados suicidas, con un resurgimiento notable en 2025.
La violencia, lejos de disminuir, ha aumentado de forma clara en 2024-2025. Según datos de organizaciones internacionales, 2025 ya supera el número de ataques y víctimas de los años anteriores, con masacres, ofensivas coordinadas contra bases militares y un incremento de secuestros y desplazamientos. El conflicto ha provocado más de 40.000 muertos desde 2009 y entre 2 y 3 millones de desplazados internos, además de extenderse a Camerún, Chad y Níger, complicando la respuesta militar y humanitaria.
La persecución religiosa es una dimensión central del conflicto. El informe Open Doors World Watch List 2025 sitúa a Nigeria como el país más mortífero del mundo para los cristianos, con una puntuación de persecución “extrema”. Entre octubre de 2023 y septiembre de 2024, más de 4.500 cristianos fueron asesinados, y las cifras de 2025 superarían ya los 5.000, concentrados en el norte y el Middle Belt a manos de Boko Haram, ISWAP y milicias fulani radicalizadas. Se registran también más de 3.100 secuestros, más de 500 iglesias destruidas o cerradas, y cerca de 3,5 millones de cristianos desplazados dentro del país.
Aunque el gobierno federal no persigue directamente a los cristianos, la inacción, la impunidad y la debilidad estatal agravan la crisis. Mientras continúen la pobreza extrema, la falta de empleo juvenil, el crecimiento demográfico acelerado y el deterioro de la gobernanza, el conflicto difícilmente disminuirá solo mediante respuestas militares.




