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‎9 Adar II 5784 | ‎19/03/2024

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Proverbios 31: dichos de Lemuél y sus alabanzas a la mujer valiente

Proverbios 31: dichos de Lemuél y sus alabanzas a la mujer valiente

HABLEMOS DE LA BIBLIA, CON IRIT GREEN – Proverbios 31: Dichos del rey Lemuél de Masá, con los cuales su madre le dio instrucción:

Hijo mío, fruto de mis entrañas,
respuesta de Dios a mis ruegos,
¿qué más te puedo decir?
Que no gastes tu energía con mujeres,
pues por ellas los reyes se pierden.
Y no está bien, Lemuel, que reyes y gobernantes
beban vino y bebidas fuertes,
pues podrían olvidarse de la ley
y violar los derechos de los más humildes.
Deja el vino y las bebidas fuertes
para los decaídos y deprimidos;¡que beban y no vuelvan a acordarse
de su pobreza y sufrimientos!
Levanta la voz por los que no tienen voz;
¡defiende a los indefensos!
Levanta la voz, y hazles justicia;
¡defiende a los pobres y a los humildes!
Mujer ejemplar no es fácil hallarla;
¡vale más que las piedras preciosas!
Su esposo confía plenamente en ella,
y nunca le faltan ganancias.
Brinda a su esposo grandes satisfacciones
todos los días de su vida.
Va en busca de lana y lino,
y con placer realiza labores manuales.
Cual si fuera un barco mercante,
trae de muy lejos sus provisiones.
Antes de amanecer se levanta
y da de comer a sus hijos y a sus criadas.
Inspecciona un terreno y lo compra,
y con sus ganancias planta viñedos.
Se reviste de fortaleza
y con ánimo se dispone a trabajar.
Cuida de que el negocio marche bien,
y de noche trabaja hasta tarde.
Con sus propias manos
hace hilados y tejidos.
Siempre les tiende la mano
a los pobres y necesitados.
No teme por su familia cuando nieva,
pues todos los suyos andan bien abrigados.
Ella misma hace sus colchas,
y se viste con las telas más finas.
Su esposo es bien conocido en la ciudad,
y se cuenta entre los más respetados del país.
Ella hace túnicas y cinturones,
y los vende a los comerciantes.
Se reviste de fuerza y dignidad,
y el día de mañana no le preocupa.
Habla siempre con sabiduría,
y da con amor sus enseñanzas.
Está atenta a la marcha de su casa,
y jamás come lo que no ha ganado.
Sus hijos y su esposo
la alaban y le dicen:
«Mujeres buenas hay muchas,
pero tú eres la mejor de todas.»
Los encantos son una mentira,
la belleza no es más que ilusión,
pero la mujer que honra al Señor
es digna de alabanza.
¡Alábenla ante todo el pueblo!
¡Denle crédito por todo lo que ha hecho!