“El hijo del otro (Le fils des l´autres)” (2912), de Lorraine Levy (Francia)

FILMOTECA, CON DANIELA ROSENFELD – Guion: Lorraine Lévy, Nathalie Saugeon, Noam Fitoussi. Reparto: Emmanuelle Devos, Jules Sitruk, Pascal Elbe, Mehdi Dehbi, Areen Omari, Khalifa

Cuando se prepara para entrar en el ejercito israelí, Joseph descubre que no es hijo biológico de sus padres. Al nacer, en medio de la Guerra del Golfo en un hospital de Haifa, fue intercambiado accidentalmente por Yacine, el bebé de una familia palestina que vive en los territorios de Cisjordania. El mundo se derrumba alrededor de estas dos familias. El rechazo, la duda, la pérdida de identidad, los prejuicios de raza y religión se erigen como espinosa barrera en sus vidas, y todos deberán intentar superarla a través de la comprensión, la amistad y la reconciliación en una atmósfera dominada por el miedo y el odio.
El tema de intercambio de identidades al nacer ya se tocado en el cine en otras ocasiones. En este caso, al drama familiar hay que añadir el hecho de que el hijo de los israelíes va a parar a una familia palestina y viceversa. La película dirige su foco de atención al tema del prejuicio y la superación del mismo. El otro hijo se detiene en escenas donde el conflicto es el reconocimiento de ese “otro” que ocupó durante años el lugar del hijo biológico. Ese “hijo del otro”, que sin embargo es el propio. Destaca la poderosa y mesurada labor del reparto, en particular la de las madres: Emmanuelle Devos como la francesa judía casada con un militar israelí y Areen Omari como la palestina que intenta sostener el equilibrio familiar en su casa de Cisjordania. Más allá de la visión de vecinos y amigos ante la noticia, el drama es sobrellevado de diferentes formas por los jóvenes, particularmente ante el descubrimiento de una identidad biológica cuya cultura, religión y visión política chocan con aquella en la que crecieron y fueron educados.
La directora no sólo focaliza el impacto en el núcleo familiar sino que lo extiende a la ideología, proyectando en los padres y en sus insalvables diferencias el clima colectivo de tensión política y conflicto armado. Levy trata el tema con clara voluntad comunicativa, sin posicionarse y alternando los puntos de vista en un intento de aceptación del otro. Cuestiona la unidad política y social en ambos frentes y no permite que se cuelen discursos de ningún tipo, manteniendo una mirada objetiva, elegante y fundamentalmente sensible, sin perder en ningún momento la tensión y el interés de la trama.
“La idea era hacer una película sobre la alteridad / identidad, sobre la aceptación de las diferencias y reflexionar en el centro de dos hermandades que se destruyen a partir del momento en que cada familia descubre que su hijo pertenece a la otra familia. Podría haber situado esta historia en cualquier parte conflictiva del mundo. ¿Por qué en Israel? Simplemente porque soy judía, y mi judaísmo hace que sea una parte del mundo que me emociona y me transmite mucho personalmente, y porque es mejor hablar de lo que se conoce, ya que ayuda a evitar errores”… ”La película plantea una cuestión que supera el conflicto israelí-palestino y que es una reflexión sobre cómo construir la propia identidad, que debemos guardar de lo que se nos enseña y que debemos eliminar para ser nosotros mismos, siendo sincero con uno mismo y cómo actuar frente a aquel que es diferente a nosotros, ya sea por su color de piel, por su religión, por su sexualidad, por su cultura, en definitiva el Otro con o mayúscula. Y esos son finalmente temas sin fronteras. Quería una película con un mensaje optimista” (Lorraine Levy)

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