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‎18 Adar II 5784 | ‎28/03/2024

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El retorno a Israel y la creación de su Estado (30ª parte): Pesah Hevroni, el genio olvidado

El retorno a Israel y la creación de su Estado (30ª parte): Pesah Hevroni, el genio olvidado

MILÍM: LA HISTORIA DE LAS DIÁSPORAS, CON ALICIA BENMERGUI – Los tesoros históricos que posee la Biblioteca Nacional de Israel nos proveen de material que de otro modo permanecería en el más absoluto de los olvidos. El conocimiento del pasado nos permite entender el presente: sin su conocimiento es imposible llegar a comprender lo que somos, y en este caso estamos intentando, en la medida en que podemos hacerlo, valorizar la epopeya llevada a cabo por los que poblaron Israel antes de se convirtiera en un Estado: los enormes problemas, los conflictos y los denodados esfuerzos para poder construir un país aun antes de que tuviera lugar la Shoá. Los judíos aspiraban a construir un país antes de que los nazis intentaron borrarlos de la faz de la tierra. Es necesario señalar las diversidades ideológicas, religiosas y culturales existentes entre todos los protagonistas de ese pasado que no debemos olvidar.
Aquí va, pues otra dura historia de un notable individuo, que también nos aporta una mirada sobre cuánto ignoramos la influencia que tuvo el legado religioso y teológico sobre algunas figuras, como ha sido el caso del matemático dr. Pesah Hevroni.

Su archivo no es grande pero relata, de manera sucinta y precisa, la trágica historia de uno de los grandes matemáticos judíos del siglo XX, un inventor y brillante erudito nacido en Jerusalén, que nunca llegó a tener éxito. Sus escasas carpetas de cartas y documentos contienen, además de una impresionante correspondencia con los principales matemáticos del mundo de la primera mitad del siglo XX, un escueto relato del mundo intelectual de este científico e inventor que pasó la mayor parte de su vida en Jerusalén.
Pesah Hevroni nació en una familia jasídica (Jabad) en el barrio Mazkeret Moshe de Jerusalén en 1888. Asistió a la yeshivot Etz-Hayim y Beit Hamusar, y fue considerado un prodigio en el mundo del estudio de la Torá. Sin embargo, la vida de este chico barbudo y con tirabuzones dio un giro dramático cuando descubrió un libro sobre cosmografía, Shvilei Drajeja, en la biblioteca de su abuelo. Adjunto a este libro había un folleto que contenía breves introducciones ilustradas a la geometría plana, la trigonometría y otras áreas matemáticas. Intrigado por el descubrimiento, Hevroni se dispuso a aprender más sobre el tema. La primera parada en esta búsqueda fue el Midrash Abravanel en la calle Jabashim, en lo que fue la primera existencia de la Biblioteca Nacional de Israel.

Esperaba encontrar más libros de matemáticas en la biblioteca para alimentar la intensa curiosidad que había despertado en él. Sin embargo, como nos cuenta Yosef Yoel Rivlin, el camino que conducía a la biblioteca no estuvo exento de obstáculos. Se le prohibió visitar esta institución, que las facciones extremistas a las que pertenecía su abuelo, rav Hayim Elazar, consideraban profana. A pesar de las dificultades que enfrentó, el joven muchacho de la yeshivá logró adquirir un cuerpo significativo de conocimientos matemáticos de los libros y el estudio independiente. Cuanto más aprendía, más claro se le hacía que necesitaba dejar el mundo del estudio de la Torá y emprender estudios seculares, específicamente en las ciencias, a las que se sentía atraído.

Así, el tímido muchacho de la yeshivá encontró el camino hacia el intelectual más entusiasta de Jerusalén en ese momento, Eliezer Ben Yehuda quien, percibiendo sus habilidades técnicas, creyó que podría encontrarle un lugar entre los estudiantes de Boris Schatz, quien acababa de fundar la escuela de artes y oficios de Bezalel. Los encuentros de Hevroni con Ben Yehuda y Schatz llevaron a nuevas relaciones con figuras destacadas de la educación en el Mandato Británico de Palestina en ese momento, quienes quedaron inmediatamente impresionados por el talento excepcional del joven. Con su ayuda, terminó rápidamente sus estudios secundarios. Luego, habiéndose cortado los tirabuzones y afeitado la barba, fue enviado a estudiar matemáticas en la universidad de Zúrich, Suiza, gracias a la ayuda y el estímulo de Paul Nathan. En 1914, poco antes del estallido de la Primera Guerra Mundial, Pesah Hevroni obtuvo el título de doctor en matemáticas. Fue el primer nativo del antiguo asentamiento en Palestina en ganar este título. Cuando informó a sus maestros en Zúrich, quienes lo apodaron “la Estrella de Oriente”, que tenía la intención de regresar a Jerusalén de inmediato, se enojaron mucho y trataron de disuadirlo, pero fue en vano.
A pesar de su incisivo genio matemático, Hevroni no logró ocupar su lugar entre el cuerpo docente de la recién creada Universidad Hebrea. Un intercambio de cartas en su archivo atestigua el hecho de que, aunque enseñó en la universidad desde su primer día y en realidad fue uno de los fundadores del instituto de matemáticas, la administración de la universidad le negó persistentemente la titularidad como profesor. Una carta que le envió el profesor Hugo Bergman de la Universidad Hebrea, y ex director de la Biblioteca Nacional, estaba destinada a ayudarlo a lograr su objetivo de titularidad. Sin embargo, a pesar de una recomendación de Albert Einstein y las cálidas palabras de Hugo Bergman, no pudo ser. Un Hevroni humillado y rechazado se vio obligado a continuar su investigación fuera del único centro académico del país en ese momento, en condiciones de pobreza extrema.
El archivo de Hevroni contiene cartas de los más grandes matemáticos del mundo, a quienes envió sus artículos y estudios, muchos de los cuales fueron publicados en diversos contextos en todo el mundo. Hevroni no se durmió en los laureles, sino que participó en la fundación de la Asociación Israelí para la Investigación Matemática, trabajó para promover la educación científica en el país y formó a muchos estudiantes, algunos de los cuales se convirtieron en importantes académicos. Además de su investigación matemática, Hevroni incursionó en la invención. Una carta del director del Cine Mograbi de Tel Aviv nos enseña que Hevroni inventó un planetario que hacía uso de los proyectores del teatro. Hacia el final de su vida, también quedó absorbido por la idea de la paz mundial, e incluso comenzó un ensayo sobre el tema, que tituló «Diario de la paz». Parece que nunca completó esta pieza, pero incluso los extractos conservados en su archivo, escritos con lápiz fino y hermosa letra, dan testimonio del espíritu fascinante de este individuo especial. Pesah Hevroni falleció el 18 de Adar de 5723 (1963), en su setenta y cinco cumpleaños. Yosef Yoel Rivlin aprendió de su hermana que “incluso en sus últimos momentos, sus dedos se movían sobre las sábanas como si escribiera formas y ecuaciones matemáticas, y sus labios seguían moviéndose…”. Y esta historia continúa…