DE ACTUALIDAD – Este viernes 15 de noviembre de 2024 se ha convocado un encuentro que va a reunir a más de un centenar de entidades y colectivos preocupados por el significativo aumento del odio a los judíos y a quienes les defienden, una iniciativa que nació tras las manifestaciones del Día de la Mujer (el pasado 8 de marzo) y que hicieron caso omiso a las denuncias de asesinatos, violaciones y secuestros de mujeres por parte de Hamás el 7 de octubre de 2023. La nueva asociación nace con la vocación de aunar esfuerzos para combatir el antisemitismo enh todas sus formas cuando asistimos a un retroceso democrático que lleva al aumento de esta lacra. Más información en c.contraelantisemitismo@gmail.com.
«La Judeofobia inmanente: de la Kristalnacht al 7 de Octubre»
Nunca se fue. El mal absoluto, parece sempiterno, con sus nudos de rencor y exterminio, sigue ahí. En estos días, la memoria sufre ante el afán de transitar, ¡otra vez!, el camino antisemita de la Kristallnacht. El pogromo de la arianización que abrió una infinitud infernal para los judíos de Europa: der Judenfrei. El río de sangre hirviendo anunciado por Dante. Es preciso recordarlo.
Un latido de odio que continúa anidado en un fanatismo extremo.
Por eso, desde entonces, «el nueve de noviembre es cualquier día»
También el 7 de octubre de 2023, en las tierras de Israel, en los corazones de los judíos de todo el mundo, entre los defensores de la libertad y la democracia, en las sociedades libres occidentales. Hace días, la furia se desplegó, ¡otra vez!, sobre las calles de Ámsterdam, ante la pasividad institucional incapaz de contener una noticia avisada. Una vergüenza para la casa real de Orange-Nassau.
Por eso, repetimos: «el nueve de noviembre es cualquier día».
Una tesitura de siglos en las antiguas esquinas de las calles de Occidente que muestra sus costuras rotas. El viejo problema de nuevo.
El antisemitismo judío a través de los tiempos. La base de la segregación social judía por sus convicciones de pueblo monoteísta, su torá, sus tradiciones. No importa el instante preciso del inicio de un sufrimiento de siglos: la segunda caída del Templo, los avatares medievales, desde san Agustín a las tesis de Lutero. El destierro judío, la mística religiosa, la diáspora. Una condena a la migración perpetua, a la idea medieval del judío errante originada en Paris allá por 1229. La mitomanía rediviva del siglo XIX que devino en criminal.
Son, sorprendentes, los olvidos de España. Su pertinaz obsesión en repetir sus errores.
La entrega a la causa de la II República de miles de judíos que llegaron en 1936 con las Brigadas Internacionales. La sangre judía olvidada por la memoria democrática. De los voluntarios judíos venidos por centenares del Mandato Británico de Palestina. También de Haskel Honigstein, el último judío muerto combatiendo en las tierras del Ebro, de la compañía judía Netftalí Botwin, un judío comunista polaco.
Enfrentamos, pues, los borrones de la memoria por una coyuntura interesada. Aquellos aspirantes a ser salvados, denuestan ahora a los judíos con la tenacidad del odio de una frustración propia. Otros son, a día de hoy, sus afanes. La geopolítica alineada con el eje del mal. Lo advirtió el judío comunista Walter Benjamin antes de arrojar su último aliento en tierras españolas en aquel septiembre de 1940: «Ni siquiera los muertos estarán a salvo».
Hoy nos enfrentamos, de nuevo, a las aristas irregulares del abismo antisemita.
Todo vuelve, con la obstinación del tiempo, sobre los pilares de una nueva torpeza que ignora su propia historia de dolor y muerte. Los errores y la ignorancia. La política hitleriana. Lo anunció Martin Niemöller: «Primero vinieron…» los nazis, después los terroristas de Hamás dispuestos a repetir el Holocausto. Mientras el aviso de Niemöller sigue dormido en la indiferencia, Occidente parece renunciar a su dignidad y libertad, a la condición humana de Primo Levy, el miedo a la libertad dicho por Erich Fromm en 1941.
Continúa la amenaza latente de la judeofobia. Ahora bajo el ropaje salvífico del terrorismo de Hamás, Hizbulá o cualquier otro. Pero ello requiere del refrendo de un supuesto intelecto académico al servicio de una mentira impropia: el genocidio de Gaza.
Todo se germina en las universidades, también las españolas. Esta cuestión trae el recordatorio del mayo de 1933, los nazis contra los docentes germanos alejados de la nueva Alemania. El delirio de la quema de los libros. El discurso, con los ojos extraviados por el orgullo, del rector Martin Heidegger sobre «la autodeclaración de la universidad alemana», su adhesión al nacionalsocialismo. Así habría de cumplirse el vaticinio de Heinrich Heine en 1823: «Allí donde se queman los libros, se acaba por quemar a los hombres». Y sucedió.
La postura sobrepasada de la Conferencia de Rectores (CRUE) de 2023, comprendiendo el terrorismo de Hamás, persiguiendo una nación rechazada por ellos mismos, produjo hilaridad. Olvidaron su función académica. Hace tiempo que han perdido la escolástica. Sus autoridades siguen, como testigos mudos ante los hechos del 7 de octubre de 2023, en el uso espurio de nuestras universidades, su infraestructura y medios, en el entendimiento del terrorismo islámico bajo un cierto trasunto del bien supremo de una libertad anegada por el oprobio y el terror.
Así estamos. Disponiendo del nutriente necesario para estructurar torpemente un racismo con su falso ropaje de ciencia que ya alumbró las ideas de Arthur de Gobineau o el vaticinio de Houston Chamberlain. El soporte enfermizo para la construcción antisemita de Wilhelm Marr en 1879. Se intenta, de nuevo, un ostracismo judío. Una nueva Ahnenerbe con sus propios afanes, dispuesta a reeditar desde el fango totalitario sus propias leyes de Nuremberg y el Ahnenpass. La ciudadanía de un nuevo Reich (Reichsbürgergesetz), que respira un islamismo radical y los regímenes totalitarios que en el mundo son. Un racismo nacionalista que se mueve en otras vías.
No podemos olvidar el 7 de octubre de 2023, no lo olvidaremos.
Tendremos, para ellos, un lugar y un nombre.
Un evocatorio de Yad Vashem en nuestras almas, con su sala del recuerdo y su llama eterna. Grabaremos en nuestro ánimo los nombres de los lugares del pogromo del 7 de octubre: la ciudad de Ofakim, el festival de Reim, los kibutzim, desde Kfar Aza, al norte, hasta el sur
iluminado de Nir Oz. Tenemos sus nombres, todos: vivos, muertos, secuestrados. Sus fotografías, sus rostros. Un monumento propio para los niños, descuartizados o no, su Yad Layeled.
Por eso, «el nueve de noviembre es cualquier día».
De poco han servido la educación y las leyes. La Alianza Internacional para la Memoria del Holocausto (IHRA), los esfuerzos de paz y de concordia. Persiste el acoso a través del mundo. El aumento mensurable de la retórica, de los ataques antisemitas en Europa. América del Norte los acredita con la Liga Antidifamación en los Estados Unidos.
Nada importaron los criterios sensatos de Natán Sharansky formulados en 2004, los marcadores frontera entre la crítica legítima a Israel y el antisemitismo. Las conocidas 3D: demonización, doble rasero y deslegitimación.
Apreciamos la amenaza creciente de una Europa fallida entregada a una asimilación extraña, contraria a sus tradiciones, orígenes e identidad. Los viejos acuerdos regresan. Una simbiosis de intereses contra natura. El pacto Ribbentrop-Molotov con sus agentes, modernos o no, que habrá de romperse ante la manipulación. Un pacto obscuro para Occidente, entre la carcasa vieja del marxismo y la teocracia medieval.
Sabemos de los organismos internacionales. Desde siempre solo administran la destrucción. La torpeza de la ONU se agiganta, haciendo casi mínimo el fracaso de la conferencia de Evian de 1938, cuando occidente abandonó a los judíos de Europa. Los gestos, las palabras y las omisiones de la ONU sonrojarían a los defensores de los derechos humanos, al nobel Rene Cassin, redactor de la Declaración Universal, al abogado judío Raphael Lemkin, promotor sincero de la idea de genocidio ante aquel organismo.
Necesitamos el despertar de la sociedad occidental, la democracia y la libertad. Enfrentarnos al nuevo interés de una geopolítica que parece buscar el esclavismo propio de las sociedades totalitarias. Precisamos superar la realidad falsaria de las instituciones internacionales encabezadas por Naciones Unidas.
En tanto, asistimos perplejos a la comprensión del gobierno de España de las acciones terroristas. La escucha atenta de la representación informal de Hamás en el Congreso de los Diputados. La resultante, sin duda alguna, de una posición interior que requiere atinar en los conflictos propios manejando la judeofobia como banderín de enganche. El precio está ciertamente tasado. La amenaza la seguridad de la comunidad judía y sus afines: de los españoles judíos, de los judíos españoles y de quien luche contra el antisemitismo.
El Observatorio contra el Antisemitismo de la Federación de Comunidades Judías de España y del Movimiento Contra la Intolerancia cuenta, cada día, el debe y el haber con un balance ciertamente sombrío. Todo crece: la indefensión de los judíos españoles y del compromiso antisemita.
Algunos buscan replicar la conferencia de Wannsee de 1942. El dibujo de su Endlösung der Judenfrage, la Solución Final, la vieja aspiración de Göring y Hitler. Un camino despejado ahora por la propaganda que, en su sentir, anticipó Franz Rosenzweig, «el lenguaje es más que sangre». No avizoramos una discrepancia por un puñado de tierra, es, sin duda alguna, acometer la vieja aspiración hitleriana.
Exigimos el liderazgo de Occidente. La sustitución de sus líderes mínimos por quienes vivan ciertamente el compromiso con nuestra historia.
Israel no es nuestra línea Sigfrido de Occidente frente al acoso teocrático. No es la última frontera que es preciso preservar y defender. Es, en su propia naturaleza, el mundo occidental en aquellas tierras. No es una isla en Oriente Medio acosada cuando sube la marea. Sus fronteras ancestrales enfrentan un neonazismo que pretende la expulsión de un pueblo, de convertirlo, de nuevo, en el judío errante. Israel es, de suyo, el faro judío que ilumina a sus amplios hijos.
No volverán a echarse a los caminos.
Lo dijo, certeramente, Fray Benito Feijoo, en sus Cartas Eruditas y Curiosas, acerca del judío errante (1745):
«Pero Vmd. aténgase en todo caso a lo dicho arriba, que no es menester buscar en las Historia desfiguradas el origen de infinitas Fábulas. La imaginación del hombre tiene una tan prodigiosa actividad para tales producciones, que es capaz de criar el todo de la mentira, del nada de la verdad»
En este nueve de noviembre esperamos, esperanzados, que una luz de paz se cierna sobre Eretz Israel y regrese la cordura a ese lugar de este mundo descarnado.
Por eso, en este nueve de noviembre decimos: «el nueve de noviembre es cualquier día».
En Madrid, a 9 de noviembre de 2024