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‎19 Adar II 5784 | ‎29/03/2024

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La importancia de seguir recordando: Marceline Loridan-Ivens Z»L e Ida Grinspan Z»L. In Memoriam

La importancia de seguir recordando: Marceline Loridan-Ivens Z»L e Ida Grinspan Z»L. In Memoriam

ESPECIAL SHOÁ CON LETRA DE MUJER – «Era muy dulce y a la vez tenía mucho carácter» nos cuenta Graciela-Chela-Kohan de Ida Grinspan, -quien nos dejó este 24 de septiembre a los 89 años-con la que se encontró en varias ocasiones. De ella, Kohan destaca su lucha contra el negacionismo «la segunda muerte» y su incansable vocación de testimoniar sobre todo ante los más jóvenes. Concha Diaz Berzosa dedica a Marceline Loridan-Ivens el artículo que reproducimos en este especial y recuerda que «luchó contra su propio dolor y contra la sociedad amnésica» parapetada tras la grandeza de la Resistencia francesa.

Ambas testimoniaron y se comprometieron en la denuncia de la represión y la violencia. «La importancia de seguir recordando. Nunca perder la memoria del horror para que lo que sucedió no vuelva a repetirse». Ésa fue, es y será su enseñanza.

Marceline Loridan-Ivens. In Memoriam
Marceline Loridan-Ivens, cineasta y escritora francesa, superviviente de
Auschwitz, Bergen-Belsen y Theresienstadt, falleció el pasado 18 de
septiembre en Paris, la causa fueron las complicaciones de su enfermedad
cardíaca. Tenía 90 años.
A su regreso a Francia, después de la Segunda Guerra Mundial, luchó para
disipar parte de su dolor interno y para hacer frente a las dificultades de ser un
sobreviviente, e intentar volver a encajar en una sociedad que –por acción u
omisión– permitió el horror y luego prefirió olvidar. Una sociedad a la que
cualquier recordatorio le resultaba amenazante porque vivía una “posguerra
amnésica y antisemita que se regodeaba en el cuento de una Francia heroica”.
Intento suicidarse dos veces porque tenía un desfase total con la vida, no sabía
qué iba a ser de ella, había dejado el colegio antes de que la deportaran, tenía
15 años, no sabía qué hacer. No tenía, tampoco, un entorno familiar favorable,
su madre no la animó a que reanudara los estudios, todo lo que quería era que
se casara, – se casó con Francis Loridan, pero ella lo abandonó poco después-.
Se sentía completamente desfasada, desconectada, después de salir de un
mundo que era el infierno, el auténtico horror, un horror del que formo parte,
donde todo el mundo se ensucia las manos, donde nadie puede mantenerse
limpio.
En la década de 1950 estuvo inmersa en el entorno intelectual de la ribera
izquierda de Paris, llegando a conocer al filósofo Roland Barthes y al filósofo y
sociólogo Edgar Morin. Tenía momentos tremendos en los que se sentía
hundida, y le faltaban objetivos en la vida. Comprendió que tenía que trabajar, y
empezó a hacer pequeños trabajos, porque no sabía hacer nada. Y poco a
poco, maduro. En 1956, diez años más tarde, encontró un trabajo que era
bastante nuevo en la época, el marketing. Fue el Sr. Morin quien, con Jean
Rouch, un director de fotografía, quien la introdujo en el cine. Actuó en «
Chronique d’un été» (1961), una película experimental, dirigida por los dos
hombres, sobre la vida cotidiana en París. Ella permaneció vinculada con el
cine por el resto de su vida, como actriz y luego como directora, a medida que
se volvía cada vez más activa desde el punto de vista político. Escribió
manuscritos para el Sr. Barthes y actuó en varias películas.
Fue un período de hablar, leer, beber, fumar y tratar de reconstruir su vida,
aunque habló poco o nada sobre sus experiencias en los campos. Para ella la
destrucción de la celular familiar fue lo peor de todo, por lo que supone para los
miembros supervivientes, incluso para los miembros que no habían sido
internados en los campos y para las generaciones posteriores: por culpa del
silencio, de lo que no se dice, de la incapacidad de transmitir. Todos han
quedado marcados, ella lo llama la enfermedad de los campos. Las
consecuencias en su familia, como en tantas otras, fueron terribles ya que una
hermana mayor y un hermano más pequeño se suicidaron.
Trabajó como actriz y luego como codirectora en 1962 del documental
aclamado y controvertido internacionalmente «Algéria Année Zero» («Argelia
Año Cero»), sobre la independencia argelina. Poco después conoció a Joris Ivens, un director documentalista de cine holandés, que se convertiría en su segundo marido, y la vida la fue atrapando. Los dos muy comprometidos contra el colonialismo y a favor de la libertad de los pueblos, viajaron a Vietnam, donde en 1968 hicieron el documental sobre la guerra «17º Paralelo»(refiriéndose a la línea militar provisional que divide al norte y al sur de Vietnam), desde el punto de vista de los vietnamitas, y que era muy crítico con la participación estadounidense en la guerra. Posteriormente, viajaron a China e hicieron 15 documentales y se convirtieron en firmes partidarios de la
dirección comunista; en una entrevista en 2016 al New York Times, declaro que
esa posición vista en retrospectiva era «falsa, ingenua y simplista».
En 1991 regreso, por primera ver a Auschwitz y no fue sino hasta 1993, cuatro
años después de la muerte del Sr. Ivens, que comenzó a trabajar en la película
que contó una parte de su propia historia: «La Petite Prairie aux Bouleaux» («La
Pradera de los Abedules») que fue estrenada en 2003.
Escribió sobre su experiencia en el Holocausto, la destrucción de los judíos de
Europa, la angustia a largo plazo de sobrevivir a los campos de exterminio nazi
y desafío a sus compatriotas sobre sus actitudes hacia los judíos, en tres libros.
“Ma vie balagan” (“Mi vida caótica”) (2008), que recorre el siglo XX, “Et tu n’es
pas revenu” (2015), traducido al español como “Y tú no regresaste” y el último,
«L’Amour Aprés» («El Amor después»), que ha sido publicado este año en
Francia.
Tanto en las películas en que participo como en sus libros se percibe que están
dirigidas a alguien, a alguien con quien quiere y puede hablar, a alguien con
quien puede hacer balance de su vida, a alguien con quien puede contarle sus
cosas más íntimas: la destrucción de la celular familiar, las dificultades que tuvo
y tiene en su relación con el mundo en el que vive,….se está dirigiendo a
alguien que está presente y al mismo tiempo ausente porque no sobrevivió a
los campos, y ese alguien es su padre!!!!.
En los últimos años, aunque no tenía las fuerzas físicas ni las energías para
participar en los acontecimientos, como había hecho durante mucho tiempo,
constataba los momentos críticos y peligrosos que ocurrían en el mundo y
estaba cada vez más preocupada por lo que veía como la resurrección del
antisemitismo en Francia. Expresó esas preocupaciones en una entrevista en
Radio France Inter en 2015 en el 70 aniversario de la liberación de Auschwitz,
no mucho después del ataque terrorista a la revista satírica Charlie Hebdo y un
ataque contra un supermercado kosher. Esos ataques llevaron al presidente
François Hollande a encabezar una manifestación que llevó a cientos de miles
de personas a las calles en solidaridad con aquellos que fueron asesinados y
esa manifestación la llevó a hacer una pregunta al entrevistador de radio,
sorprendiendo a muchas personas: «¿Crees que los franceses hubieran salido
a las calles si solo hubieran matado a judíos?».
Fue una mujer comprometida, luchadora y rebelde, y que convivió siempre con
el terror inexorable, inolvidable, y el estigma imborrable de la deportación –una
sombra, larga y oscura, que se ha proyectado sobre las décadas posteriores-.
Sabía lo que era el sufrimiento íntimo de las personas que fueron capaces de sobrevivir dos veces: una, a los campos de la barbarie; y dos, al terreno yermo y baldío que paradójicamente dejó tras de sí la liberación, un solar vital en el que reconstruir con esfuerzo una nueva vida.
Y hoy revindicamos a la Sra. Loridan-Ivens y con ello, la importancia de seguir
recordando, pues el crimen se perpetúa si los millones de víctimas pierden su
voz y su experiencia se desvanece en el confort del olvido. Perder vida,
personas, afectos, pero nunca perder la memoria del horror para que no vuelva
a producirse.
Que la tierra le sea leve.
Concha Díaz Berzosa