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‎9 Nisan 5784 | ‎16/04/2024

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«Los días contados», de Dóvid Rubinowicz e Ítsjok Rudashevski, con Varda Fiszbein

«Los días contados», de Dóvid Rubinowicz e Ítsjok Rudashevski, con Varda Fiszbein

SHOÁ AHORA – «Aproximadamente por la misma época, Dóvid Rubinowicz e Ítsjok Rudashevski deciden dejar en ídish sus impresiones por escrito en sendos diarios. Dóvid comienza a escribirlo en marzo de 1940 y sigue haciéndolo a lo largo de dos años y unos meses. Por su parte, Ítsjok comienza a hacer anotaciones en el suyo en junio de 1941 y la última es del mismo mes, pero del año 1943″.

Varda Fiszbein y Sefarad Editores recuperan estos «dos diarios del Holocausto, estas dos infancias», que nos hablan -como apunta Fiszbein- con voz adolescente -«no piensan que les espere la muerte»- dejando testimonio de Los días contados.

«Dóvid dejó el diario en su casa de Bodzentyn cuando se dirigió junto a su familia y todos los judíos de la zona en la que vivía hacia la estación de ferrocarril, donde los concentraron para llevarlos hasta el campo de exterminio de Treblinka, donde fue asesinado en las cámaras de gas. Ítsjok abandonó el suyo en la habitación que ocupaba con su familia en el gueto de Vilna –la actual Vilnius– cuando lo llevaron, junto a un nutrido grupo de judíos, al bosque de Ponar donde una bala acabó con su joven y prometedora vida».

«Los autores son niños judíos nacidos en países limítrofes de Europa del Este –Polonia y Lituania– y tienen casi la misma edad. Dóvid comienza a escribirlo a los 12 años, cuando está a punto de traspasar el umbral de la infancia; Ítsjok, cuando ya transita la adolescencia. Los diarios fueron hallados después y, poco a poco, fueron llegando hasta nosotros y a lectores del mundo entero, al igual que otros escritos de víctimas de la guerra, jóvenes o adultos».

No parece que decidieran escribir por vocación testimonial o literaria. Ninguno de los dos compartió nunca su diario con allegados; ambos los mantenían y escribían en secreto y los guardaban en un cajón fuera del alcance de los demás. Ambos los dejaron abandonados, deliberadamente o aturdidos y confusos ante la incerteza de lo que vendría por delante, cuando sus asesinos les ordenaron con urgencia y palos dejarlo todo, cuando los arrancaron de donde se encontraban para llevarlos a emprender el camino de la muerte.