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‎9 Adar II 5784 | ‎19/03/2024

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Los judíos de Oriente (10ª parte): la destrucción del Templo y la continuidad del judaísmo

Los judíos de Oriente (10ª parte): la destrucción del Templo y la continuidad del judaísmo

MILÍM: LA HISTORIA DE LAS DIÁSPORAS, CON ALICIA BENMERGUI – Después de la destrucción del Templo y de la ciudad de Jerusalén, los judíos se vieron enfrentados a una serie de problemas muy graves y perentorios. El surgimiento del cristianismo, la cuestión acuciante de su continuidad y la vinculación con los grupos ya dispersos en diferentes lugares (algunos bastante lejanos) eran demasiado importantes como para dejarlos en manos de ineptos o de gente sin visión de futuro. Un historiador afirmó que pese a la enormidad de la tarea que tuvieron que asumir, aquellos que determinaron que el judaísmo debía continuar fueron quienes se ocuparon de que ni Israel ni su forma de vida fueran destruidos.
El historiador Judah Goldin, de quien estamos hablando, explica muy bien cómo se han organizado las instituciones y los textos que han dado sustento y sostén al judaísmo que prácticamente se va a convertir en una nación sin territorio. Según él, los rabinos que redactaron la Halajá se basaban en “principios que protegían a la legislación de la inflexibilidad y a la sociedad del fundamentalismo […] Así, los Sabios insistieron en que los tribunales de cada generación tienen el derecho de promulgar nuevas leyes, aunque éstas impliquen pasar por encima de la letra de la ley escritural, cuando las circunstancias requieran tal enmienda […] Y la necesidad de enmienda o de nueva legislación sería determinada por los tribunales de cada época […] Por consiguiente, que la Escritura había exigido expresamente el testimonio de dos testigos para todas las actuaciones (Deut.19,15). Rabán Gamliel declaró que un testigo era suficiente para establecer que una mujer había enviudado y que podía volver a contraer matrimonio”. Notable añadimos nosotros. ¿Continuará esa norma vigente?
Mientras estos sabios y maestros se dedicaban a construir un judaísmo para el futuro, otros – entre ellos y principalmente Rabí Akiba – esperaban la reconstrucción del Templo de la ciudad de Jerusalén. En tiempos de Trajano, que emprendió una guerra contra los partos para tratar de apoderarse del Imperio Sasánida, ya se habían producido rebeliones de los judíos en diferentes regiones del Imperio, y también ellos esperaban recuperar el Templo y la ciudad. Con la llegada de Adriano al poder y su rechazo y antipatía por las algunas costumbres y rituales de los judíos que le movieron a prohibirlas, se agravaron los problemas. Finalmente estalló la rebelión: su inspirador había sido Rabí Akiba y su caudillo Bar Kojba, que para muchos era el Mesías. Comenzó una guerra durísima que duró más de dos años y finalmente la derrota para los judíos fue muy trágica, pero para los romanos tuvo el coste de muchos muertos. Con la caída de la fortaleza de Betar en 135, los judíos sufrieron casi una destrucción total, tantos fueron los muertos; pero, según cuenta la historia, tampoco les había ido demasiado bien a los romanos, porque Adriano en su comunicación al Senado omitió la fórmula acostumbrada “Yo y las legiones estamos bien”. Jerusalén fue oficialmente llamada Aelia Capitolina, donde estaba el Templo se construyó otro dedicado a Júpiter Capitolino, y Judea perdió su población judía por muchos siglos.
Los sabios de Yavne se mudaron hacia el norte, hacia la Galilea, donde continuó residiendo población judía. La escritura del Talmud Yerushalmi fue concluida a fines del siglo V, a pesar de que la Jerusalén judía sólo era un recuerdo, en tanto que el Talmud Babli fue concluido a fínales del siglo VI, cuando Babilonia también era sólo un recuerdo. Las comunidades judías del Imperio Sasánida habían prosperado, tenían importantes y sólidas instituciones, entre ellas un exilarca que era una especie de gobernante que tenía el nombre de Resh Galuta. La historia de la región y de los judíos va a cambiar con el surgimiento del Islam y la invasión de los árabes.
La situación de los judíos comenzó a empeorar cuando Constantino adoptó el cristianismo como religión oficial del Imperio Romano. Aquellos judíos que vivían en la antigua Bizancio, ahora Constantinopla, fueron llamados por los cristianos Secta Nefaria, fueron muy perseguidos y reprimidos. El Concilio de Nicea, en 325, empieza por perseguirlos y discriminarlos. Con el surgimiento del Islam en el siglo VII la vida de los judíos volverá a sufrir cambios extremadamente importantes que los contaremos próximamente…