Cinco jotas

LA PALABRA – En España, una marca comercial de jamones (5J) se ha convertido en sinónimo de la máxima calidad del producto, como si se tratase de estrellas en una calificación hotelera. Evidentemente no vamos a comentar aquí la excelencia de un producto no kosher, pero sí aprovechar el título para hablar de cinco jotas muy trascendentales para la vida judía en estos tiempos.
Janucá: la primera, obviamente, tiene que ver con los ocho días de fiesta que los judíos de todo el mundo estamos celebrando, la última mayor demostración de independencia en más de dos milenios hasta la creación del estado de Israel, lo que de por sí constituye un “milagro terrenal” en un mundo (el del siglo II AEC a orillas del Mediterráneo), en el que determinar el propio destino sólo estaba al alcance de grandes y potentes reinos, hoy todos desaparecidos.
Jerusalén: a diferencia del cuento tradicional, el emperador (Trump) es el que señala la desnudez de los políticos y militantes, y reconoce lo obvio de la capitalidad judía. Los profetas del Apocalipsis que sobrevendrá a sus palabras descubren horrorizados que ni los líderes ni la calle se atienen mayoritariamente ya al guion de los últimos decenios. ¿A qué tanto escándalo mediático?: es como si el Papa saliera de declarar que los judíos no reconocemos a Jesús como nuestro Mesías.
Justicia: el barullo de la jota anterior sirve para que el jefe de gobierno israelí desvíe la atención de unos negros nubarrones que se ciernen sobre su futuro personal ante la acumulación de denuncias, pruebas y causas judiciales abiertas por corrupción. Las protestas semanales en Tel-Aviv y un poder judicial eficaz (que ya ha mandado a prisión a un jefe de gobierno y a un jefe de estado en el pasado reciente), puede que acaben con un Netanyahu en la cima de su carrera.
Judío: la seguridad de Israel ya no depende, como en sus primeros tiempos, de su capacidad bélica frente a los ejércitos árabes, sino de la resolución de un problema ideológico: la aceptación no ya de la presencia judía en la zona (siempre mayoritaria en Jerusalén, por ejemplo, incluso durante los dos mil años de diáspora forzosa), sino de su independencia (la primera de las jotas aquí reseñadas). El problema no es de la realidad, sino de quien no está dispuesto a reconocerla (como en el caso de la segunda de las jotas).
Jaím: en hebreo, vida. En cada fiesta y ocasión que se tercie, brindamos con un “le-jaim”, una invocación a la vida, porque de entre nuestro espíritu, voluntad de Justicia e independencia, preservarla es el valor supremo, más incluso que el cumplimiento de cualquier otro precepto. Es la quinta jota que nos corona.
Jorge Rozemblum
Director de Radio Sefarad

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